Nuestras manos
se levantan
como
guitarras encendidas
que
perduran y se mantienen
en las
noches de los tiempos.
Huellas
van dejando en el camino,
son
manchas, en campos secos
de la
vida, regados por el sudor
y el
esfuerzo de nuestro tesón.
Caminan
infinidad de pasos
dejando flotar en el aire
que
todo lo cubre y abarca
esa luz que nos alumbra.
Acuden a la
memoria dorada
cosas
que ya se llevó el viento,
sentimientos
ignorados, olvidados
y sensaciones pasadas en el tiempo.
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