Siento el calor de un pueblo
en mis huesos, sobre mi piel,
siento el
sabor de sus casas,
de sus
gentes y las fantasías.
Sueño con
él, con mi pueblo,
con sus
campos, sus arroyos
que se
funden con la tierra
saciándola
y dándole vida.
Desde la
lejanía
floto en
sus recuerdos,
y me
lleno de su aroma,
de su
paz, el sosiego.
Mi pueblo
está donde siempre,
nosotros
NO, cambiamos,
hemos
buscado otras metas
y no
encontramos las salidas.
Su
ausencia es soledad, silencio,
él, es la
rosa que me besa,
la miel,
los sarmientos
que
brotan en todos los sueños.
Tiene mi
pueblo ansias
de un
amanecer más bello,
pero sus
manos están heridas
de
olvidos y desconsuelos.
Mi pueblo
es un cantar
de
quejidos y lamentos,
en
esperanzas rotas al viento
y sudor
baldío sobre el suelo.
Caminan
en él gentes alegres,
aceituneros
altivos,
jardineros
en campos
de
almendros y olivos.
Mi pueblo
es divino, bravío,
fiero con
sus sentimientos.
Pueblo
mío en ti nazco, vivo
y como
las golondrinas vuelvo.
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